Entre el objetivo y el sensor de nuestra cámara está el diafragma, que es el encargado de regular el paso de la luz.
Según aumentemos o disminuyamos la apertura del diafragma llegará más o menos luz al sensor. Esto parece lógico pues el diafragma actúa de manera similar a la pupila del ojo. Ello incide directamente en la velocidad de obturación, pero el juego entre ambos factores lo veremos en otra entrada.
Ahora se trata de ver como la elección de una apertura grande o de una apertura pequeña nos permitirá obtener respectivamente efectos de desenfoque, en el primer caso, o bien, en el segundo, una imagen con todos sus elementos bien enfocados. Elegir una u otra depende del resultado que deseemos conseguir.
En cualquier cámara un poco avanzada -no es necesario que sea una réflex- disponemos de un selector de modos de disparo: La ruedecita con las siglas M, A, S, P (incluso Av y Tv, dependiendo de la marca).
Utilicemos el modo "A" (apertura) y elijamos el valor más bajo para obtener imágenes con bellos desenfoques.
O por el contrario, usemos el valor más alto para que nos aparezca todo enfocado, desde lo más cercano a lo más lejano. En este caso hemos aumentado la profundidad de campo.
También comprobaremos que el tiempo de exposición que se nos pide será muy superior (y proporcional) en el segundo supuesto al llegar menos luz al sensor. Pero como digo, esto dará para otra entrada.
Eso si, hay que tener en cuenta que a número más altos diafragma más cerrado, de modo que a 3,5 el diafragma está más abierto que a 7,1, por ejemplo. El llamado número f, que es quien nos indica la apertura del diafragma, es así de inverso el muy pérfido.
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